Las garrapatas son ácaros macroscópicos caracterizados por poseer cuatro pares de patas y un cuerpo globoso, aplanado dorso-ventralmente y no segmentado, que las diferencia de otros arácnidos, cuyo cuerpo está dividido en dos partes (el cefalotórax y el abdomen). Las garrapatas son ectoparásitos obligados y se alimentan de la sangre de sus hospedadores (hematófagos). Durante la toma de sangre, y a través de varias vías como la saliva, el fluido coxal, la regurgitación del contenido intestinal o las heces, las garrapatas pueden transmitir un variado conjunto de patógenos causantes de enfermedades.
De acuerdo con sus características morfológicas y fisiológicas, las garrapatas se agrupan en dos grandes familias, garrapatas duras (ixódidos) y blandas (argásidos), de las cuales, las duras son las principales transmisoras de enfermedades tanto a los animales como a las personas. Dichas enfermedades son actualmente más frecuentes que en pasadas décadas; este aumento en la frecuencia se debe, en parte, al cambio climático, el cual ha favorecido la difusión de especies de garrapatas propias de climas templados y tropicales hacia regiones climáticas muy diferentes de las de origen. Como consecuencia, el número de patógenos (nuevos ó re-emergentes) que se está demostrando que son transmitidos por garrapatas (entre ellos numerosos virus, bacterias y protozoos), está en continuo aumento.
A lo largo de su vida, una garrapata pasa por varias fases evolutivas, huevo, larva, ninfa y adulto, pasando la mayor parte de su tiempo alejadas de su hospedador, refugiadas en las madrigueras/nidos de sus hospedadores o en el suelo y la vegetación, a la espera de alimentarse. La actividad de las garrapatas tiene un marcado carácter estacional y depende principalmente de la temperatura ambiental; en líneas generales ésta comienza al principio de la primavera, cuando tiene lugar la alimentación de los ejemplares que han sobrevivido al invierno (principalmente adultos), y alcanza un máximo durante el verano, tras la eclosión de los huevos y la aparición de una nueva generación de larvas, disminuyendo progresivamente durante el otoño, momento en el que se alimentan las ninfas. Durante los meses del invierno la mayoría de las especies entran en un estado de hibernación denominado diapausa, inducido por la baja temperatura y las escasas horas de luz. No obstante, algunas especies permanecen activas también en invierno, siempre y cuando el suelo no se cubra de nieve o se congele, alimentándose incluso en esos meses. Aunque es menos probable recibir una picadura de garrapata durante el invierno, no se debe excluir la posibilidad de haber adquirido una enfermedad transmitida por garrapatas si se advierten sus síntomas. Tras subir al hospedador y localizar un lugar adecuado para fijarse, las garrapatas perforan la piel con el extremo distal, dentado, de sus quelíceros a la vez que introducen el hipostoma en la misma, sirviendo así de primer elemento de anclaje. Durante este proceso los pedipalpos, que son órganos sensoriales, se retiran hacia los lados y quedan fuera de la piel. Es decir, los pedipalpos no participan en la picadura. En el caso de los ixódidos, éstos segregan enseguida un cono de cemento alrededor de las piezas bucales obteniendo así el anclaje definitivo. Este cemento es un fluido rico en proteínas, lipoproteínas, lípidos y carbohidratos que puede provocar dermatosis con manifestaciones cutáneas diversas.